El futuro no existe, vamos hacer una prueba para saber si llega el futuro y podemos vivirlo.
Os voy a explicar una historia y también puedes sentarte tu a esperar el futuro:
Un anciano, con la mirada profunda de quien ha vivido muchas vidas, sentado en una silla de madera junto a una ventana, con las manos arrugadas y un rostro marcado por los años. Es conocido en su pueblo por su sabiduría silenciosa. Un día, un joven, que va de excursión hacia una montaña. Curioso se le acerca, ansioso por saber qué opina sobre el futuro. ¿Qué piensas del futuro?», le pregunta el joven con una mirada llena de expectativas, esperando una respuesta llena de promesas y sueños.
El anciano, con una sonrisa leve, lo mira con calma y, antes de responder, toma un largo suspiro, como si estuviera recordando algo lejano. Luego, su voz grave y pausada, cargada de experiencia, comienza a relatar su historia.
«Yo también fui joven como tú», empieza, «y también soñaba con lo que vendría. Siempre escuchaba a los mayores decirme: ‘El futuro está por venir, prepárate, será mejor.’ Así pasé mis años, pensando que el futuro era algo lejano, que solo se alcanzaba después de tantas luchas y sacrificios. Pero cuando llegué a mi edad, algo extraño pasó.»
Hace una pausa y mira al horizonte, donde el sol ya está comenzando a ponerse.
«Un día me di cuenta de algo muy sencillo: el futuro nunca llegó. Cada día me levantaba, esperaba que ese futuro brillante que me habían prometido, ese ‘mañana mejor’, viniera. Pero nunca vino. Y cuando fui más viejo, comprendí algo que cambiaba todo: el futuro es una ilusión. Es solo un concepto que creamos para mantenernos ocupados, para hacer que nuestras vidas tengan un propósito. Pero el futuro no existe. Solo existe el ahora, el momento que estamos viviendo.»
El joven lo escucha en silencio, asombrado por la claridad de sus palabras.
«El futuro es solo un pensamiento, un deseo que siempre se aleja mientras perseguimos la idea de que lo que viene será mejor que lo que tenemos. Pero si no aprendemos a vivir en el presente, nos perdemos la vida. No quiero que tú, joven, pases lo que yo pasé. No pierdas tiempo esperando algo que nunca llega.»
El anciano, se queda en silencio por un momento, como si el peso de sus palabras flotara en el aire. Luego, vuelve a mirar al joven.
«Vive ahora. Porque el único tiempo que realmente tienes es este. El futuro… el futuro no existe.»