Imagina cerrar los ojos en una meditación, dejando atrás el bullicio del mundo moderno para sumergirte en las profundidades de tu Alma.
Entonces fue lo que me sucedió, como si las páginas de un antiguo libro se desplegaran ante mí, me encuentro transportándome a una época distante en el Japón antiguo.
Me veo a mí misma como un joven japonés, vistiendo un kimono tradicional, sentado frente a mi sensei con un pincel en la mano, ansioso por aprender el arte de la escritura. Pero mi maestro, con su mirada penetrante y su postura rígida, me impone un estándar de excelencia que parece inalcanzable. Cada trazo debe ser perfecto, cada carácter debe transmitir la esencia misma de la palabra.
Luego, en un giro sorprendente, descubro que esta experiencia en la meditación tiene un eco poderoso en mi vida presente. Me doy cuenta de cómo la rigidez y el perfeccionismo que experimente en aquella vida pasada se reflejan en mi relación con mi madre en el aquí y ahora.
Este descubrimiento me golpea con fuerza, haciendo que los hilos que conectan mis vidas pasadas y presentes se entrelacen de una manera aún más profunda.
Por lo que decidí plasmar esta revelación en mi libro, «Dando sentido a mi vida». Es como si estuviera abriendo las puertas de mi alma y permitiendo que el mundo entre en un viaje de autodescubrimiento y crecimiento personal. Compartir esta historia, tan íntima y personal, es como dejar una huella indeleble en el universo, una prueba de que cada experiencia, por más dolorosa que sea, puede convertirse en una oportunidad para el crecimiento y la transformación. Es un testimonio de la belleza y la complejidad de la existencia humana, y de cómo cada vida, cada historia, está entrelazada en el vasto tejido del tiempo.
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